Nosotr+s entre arenas

Publicado el Jueves, 19 Noviembre 2015 17:04
Escrito por Super User
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Los artistas junto a la comunidad de la ESA, en el desfile del Festival Internacional de la Cultura Saharaui

 

Mi nombre es Federico Guzmán y soy un artista de Sevilla. El cuatro de octubre de 2015 he iniciado un viaje con dos artistas vascos, el coreógrafo Ibon Salvador y el escultor Karlos Martínez, al campamento de población refugiada saharaui de Bojador, cercano a Tinduf (Argelia). Un comité de las residencias artísticas Entre Arenas/Hondar Artean, incluidas en el Faro de la Paz de Donostia/San Sebastián Capital Europea de la Cultura 2016, ha seleccionado a estos artistas para que trabajen en colaboración con el realizador Ahmed Omar y la artista visual Nasra Sidi Azman durante el mes de octubre en los campamentos saharauis de Tinduf. Viajo en calidad de co-director artístico de este experimento intercultural. Espero que mi experiencia de ocho años viajando al Sáhara con iniciativas de arte y activismo pueda ser útil acompañando a l+s artistas y facilitando su trabajo sobre el terreno. He ido tomando notas a modo de diario con las que he elaborado este informe con un criterio personal e independiente, siempre en diálogo con mis compañer+s. Son notas de un viaje compartido que se extiende en el tiempo, y que está resultando una emocionante convivencia de conocimiento y amistad.

 

Encuentro de l+s artistas en la ESA. 5 de octubre 2015.

¡Marhaba Donostia 2016! El pueblo saharaui nos ha dado una cálida y respetuosa bienvenida al campamento de población refugiada de Bojador. Desde la primera vez que lo escuché, siempre me ha fascinado el prolongado y atento saludo beduíno que los hombres y mujeres saharauis se profesan cuando se encuentran en el desierto. Constituye un verdadero reconocimiento de la humanidad de quien tienes delante, encarna un profundo saber de vida y era el sistema de comunicación ancestral de los nómadas que se movían libremente por el territorio, y ahora se ven forzosamente asentados en este indefinido exilio. Hemos llegado a la Escuela Saharaui de Artes, un oasis de cultura en el austero paisaje arenoso de la hamada argelina. En la Escuela nos han recibido Charo Escobar, arquitecta y coordinadora de la Escuela, y Liasaa Lebsir, director de la ESA. Mientras esperamos a Nasra y Ahmed, contemplamos los trabajos de l+s alumn+s, pinturas, murales, cerámicas, caligrafía árabe, la modesta biblioteca y una bien equipada sala de internet. El espacio es luminoso y lleno de colores. Charo nos explica los detalles constructivos de la obra, inaugurada hace dos años y financiada por la Asociación de Amistad con el Pueblo Saharaui de Sevilla y la Agencia de Cooperación Internacional de la Junta de Andalucía. Construida por una cuadrilla local, la Escuela está formada por espaciosas aulas, techos altos, cúpulas decoradas y amplios ventanales. Todo calculado a ojo y cimentado sobre una sólida plataforma de hormigón para la única escuela de arte en un campamento de refugiados del mundo.

 

Ahmed Omar e Ibon Salvador

Durante el viaje de Madrid a Tinduf he tenido tiempo de conversar y empezar a conocer a Karlos e Ibon, dos personas cordiales e inteligentes, en la treintena, que se desempeñan como artistas, y han trabajado anteriormente en contextos culturales diferentes, Ibon en Portugal y Brasil y Karlos en Marruecos y Austria. En las repetidas fichas de inmigración que hemos ido rellenando en los aeropuertos de Argel y Tinduf, Ibon pone en el apartado profesión: coreógrafo. Uno de los policías argelinos le ha preguntado “Qu'est ce que c'est?“ Nos hemos sonreído con complicidad. Aunque Ibon es muy extrovertido, quizás no es el momento de extenderse en que trabaja, “más allá de la danza, con el cuerpo psicofísico expandido en su dimensión comunitaria, colaborativa, interdependiente”. Ibon tiene una rica experiencia en el trabajo colectivo “a través de herramientas de traducción, perversión, re-versión e impersonalización, generando comunidades momentáneas que evidencian como un+s nos pertenecemos a los otr+s”(1).

 

Karlos Martínez y Nasra Sidi Azman

Por su parte, Karlos me ha ido contando el proyecto en que ha elaborado piezas textiles con mujeres beréberes en el Atlas marroquí, que luego ha integrado en esculturas e instalaciones. Creo que su experiencia y sensibilidad van a ayudar a tejer una interesante conversación con Nasra, la joven artista plástica saharaui con la que va a trabajar en binomio. Karlos es un artista interdisciplinar enfocado en los procesos escultóricos. Como me explica, su “trabajo se basa en la relectura de las vanguardias históricas; de su influencia en las prácticas artísticas posteriores, de las contradicciones históricas a las que se vieron expuestas y de su inserción en el tejido contemporáneo”(2). Karlos tiene un extenso conocimiento de las narrativas artísticas y su conversación es interesante y divertida. Además compartimos algo propio: se queda a veces callado, meditativo, como cargando las baterías. Intuyo que en el desierto vamos a aprender también mucho de la magia del silencio.

 

Los artistas junto a la comunidad de la ESA, en el desfile del Festival Internacional de la Cultura Saharaui

Por fin llegan Nasra y Ahmed a la Escuela. Nos saludamos todos cordialmente. Noto una energía indefinida de empatía y aceptación, hacemos bromas porque todos estamos alegres, expectantes y un poco nerviosos. Como es costumbre, la adab (hospitalidad) saharaui nos invita a sentarnos y conversar alrededor del té. Nasra habla con Karlos e Ibon con Ahmed, y todos charlamos con todos, y empezamos a conocernos. Liasaa nos ofrece el primer vaso de la proverbial ceremonia del té saharaui. Bismil-láh!(3) Nos explica que consiste en un rito pausado en que el té se calienta en el frenna (brasero) de carbón y luego se escancia lentamente de un vaso a otro, una y otra vez en interminables círculos hipnóticos, hasta producir deliciosa espuma. Dice que hay que tomar tres vasos: el primero amargo como la vida, el segundo dulce como el amor, y el tercero suave como la muerte. El té está tan rico que Ahmed propone un cuarto vaso para la resurrección. El té saharaui procede de China y fue introducido por mercaderes franceses en el siglo XIX. Desde entonces se ha convertido en un símbolo adoptado localmente en un mundo interconectado globalmente.

 

Encuentro de los artistas con Jadiya Hamdi, Ministra de Cultura de la RASD

Uno de los parámetros que inspiran estas residencias es precisamente el diálogo intercultural. Una de las cosas que empiezo a intuir, después de repetidas visitas a este territorio, es la necesidad de superar las incesantes divisiones que el afán clasificador de Occidente se empeña en multiplicar para intentar entender el mundo. Superar no significa borrar la diversidad de formas de entender y habitar el mundo, sino  más bien trascender el pensar analítico de la civilización tecno-científica, no con una síntesis que reúna los resultados del análisis, sino armonizándolos en un sentido holístico. No existe ciertamente una perspectiva global. Toda perspectiva es limitada, pero existe siempre la posibilidad de un intercambio y de una ampliación de perspectivas y el diálogo intercultural apunta precisamente a esta intuición no-dual: ser garante de que la diversidad cultural no sea sinónimo de violencia o conflicto, y de que la unidad tampoco lo sea de supresión de las diferencias o de monoculturalidad totalitaria.

El té saharui, siempre asociado a la conversación, nos recuerda que la comunicación cara a cara es aquí el fundamento de la cohesión social. Nasra habla un encantador español con el acento hasanía de los jóvenes saharauis que han pasado veranos en España con el programa Vacaciones en Paz. Es una mujer amable, despierta e intuitiva, estudiante con altas calificaciones en la ESA, con una breve pero destacada experiencia en proyectos como su participación en los Encuentros Internacionales de Arte y Derechos Humanos Artifariti, un mural colectivo para el Centro de Abastecimiento Alimentario de la Media Luna Roja Saharaui, o la colaboración en el taller de sinestesia de la Fundación Artecittà y la Facultad de Bellas Artes de Granada. Su enfoque es en la pintura, el dibujo y la cerámica. Estos días prepara un cuadro para la exposición colectiva Nujum Saharauia (Estrellas saharauis) que va a itinerar por varias sedes africanas. Nasra tiene mucha ilusión con estas residencias artísticas y así lo expresó en su carta de motivación a la candidatura: “Me siento orgullosa y muy animada en representar a la Escuela Saharaui de Artes en otras partes del mundo. Quiero expresarme mediante el arte como herramienta para defender los derechos humanos y para que los demás conozcan mi causa”(4).

 

Pintura de Mohamed Boisha

La declaración de Nasra es tan sencilla y contundente que en labios de un artista europeo podría sonar casi ingenua. L+s artistas saharauis pintan cuadros políticos, épicos y cotidianos, sus poemas son manifiestos de incertidumbre, protesta y esperanza, su música es reivindicativa, combativa e inspiradora y el cine está comprometido con el esfuerzo revolucionario de su tierra. Su arte es la intifada(5) de una nueva vanguardia transformadora. Observamos en ellos una urgencia, una crudeza y una inmediatez tan poderosas que a veces pueden desestabilizar nuestra sofisticada mirada occidental. Los artistas saharauis no se manifiestan por los derechos de autor, no hacen su obra para catálogos, ni selfies para las redes sociales. Si bien podemos hacer análisis postmodernos, deconstructivos o post-estructuralistas de su obra, ésta es sobre todo una indispensable herramienta insurgente, desautomatizadora, decolonial, colectiva y sanadora de desarrollo psico-estético, comunicacional y socio-expresivo. Es el grito de sublevación de todo un pueblo, en lucha noviolenta por su dignidad como personas, por su tierra, sus raíces y su libertad. Muchos de ellos no habían pensado ser artistas, pero en vez de agarrar un fusil, han tomado una brocha con pintura, y han visto que pueden, en vez de derramar sangre, embadurnar el mundo con colores, mensajes y símbolos. Tod+ saharaui es artista cuando descubre dentro de si mism+ una luz mágica que le permite trascender su condición de exiliad+, y reconocerse como ser co-creador, capaz de transformar la realidad, dando un sentido a su vida dibujando la maktuba (el destino) colectivo.

 

Viaje de los artistas a Bir Lehlu, zonas liberadas del Sáhara Occidental

La conversación continúa y los artistas han ocupado la biblioteca como base común de operaciones. Han fijado un horario de mañana para sus encuentros y charlan animadamente. Con material desplegado por todas las mesas, intercambian ideas, fotocopias, referencias de películas, sitios web y archivos digitales. Estoy dibujando en el aula contigua y el sol del desierto entra a raudales por los grandes ventanales. Me refugio en la sombra, porque hace muchísimo calor. Como director artístico he optado por la metodología taoísta del wu-wei(6) que es un “no-hacer-haciendo” o más exactamente “no hacer-permitiendo que nada quede sin hacer”. Este modo abierto permite acompañar sin juzgar, invitar sugiriendo, indicar revelando, dando a entender preguntando y suscitando la auto-indagación. Además intento completarlo añadiendo toda la información de que dispongo del contexto. A través de la celosía de caña de la biblioteca sólo me llegan retazos de lo que están diciendo, y los escucho como por un teléfono roto: “El País Vasco tiene una relación con el Sáhara de antiguo… Siempre apoyan al Sáhara con fuerza y se sienten cercanos en la búsqueda de su identidad dentro de un país libre y soberano... En las fiestas populares vascas ponen unas jaimas llamadas chosnas y siempre hay pegatinas saharauis… Cuando la policía vasca te coge y te pide los papeles, si ven que eres saharaui te dejan ir… En la guerra del 75 al 90 no se hablaba de España, sino de Euskadi que eran los que más acogían Vacaciones en Paz… Artistas como Fermín Muguruza han apoyado al Sáhara… Y aquí el sentimiento siempre es el mismo: en el Sáhara no vas a tener problemas, y si eres vasco ¡menos todavía!”

 

Karlos a contraluz

Llevamos pocos días y parece como si nos conociéramos de mucho tiempo. Estoy charlando con Ahmed. El joven cineasta, recién egresado de la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños de Cuba, es una persona que irradia confianza y tranquilidad. Perteneciente a la primera promoción de la Escuela de Formación Audiovisual Abidin Kaed Saleh, este año empieza su labor docente en ese mismo centro, que empieza a generar sus propias producciones con profesorado saharaui. Me cuenta que los estudios le han permitido trabajar en equipo con artistas cubanos e internacionales en trabajos que han sido presentados en festivales internacionales de cine, como en México y Brasil. Ahmed considera la propuesta de las residencias especialmente enriquecedora al plantearse como un trabajo de diálogo creativo entre dos artistas y dos culturas. Como nos explica: “El hecho de viajar al terreno en los dos países nos va  a permitir un experimento de primera mano en que abrir la perspectiva sobre nuestras propias historias desde la mirada de los otros. Me motiva especialmente el poder hacer un trabajo que lleve la voz de la causa saharaui a un contexto internacional”(7).

 

Dibujo de Nasra e Ibon

A lo largo de los días acudimos a la Escuela de Arte. Ahora observo a Ahmed dibujando con Ibon y a Nasra mostrando sus pinturas a Karlos. Antes han estado improvisando collages conceptuales, haciendo juegos performáticos y ejercicios de impersonalización. Con la cámara de mano en mano, han iniciado un experimento foto-narrativo donde cada un+ va captando una nueva imagen inspirada por la imagen anterior. Son visiones del entorno fragmentarias, oblicuas, divergentes, abstractas y a contraluz, que se salen del cliché. Una metodología colectiva parece estar emergiendo de manera espontánea. Hay que observar que estas residencias son una oportunidad única respaldada con recursos y al mismo tiempo un reto lleno de esfuerzo y responsabilidad. Las diferencias de edad, de cultura, de cosmovisiones y experiencias entre l+s artistas son un aliciente pero también un complejo desafío personal.

Hay que adaptarse pacientemente al otro, armonizar las diferencias culturales e idiomáticas, atravesar incertidumbres, soportar incomodidades y aportar algo a la comunidad local. Estas residencias son un experimento co-creativo en el que se cuidan las condiciones de un proceso evolutivo-cognoscitivo iniciado desde un diálogo intercultural, igualitario y conectivo. Por su mismo compromiso experimental, el resultado está abierto y en continua re-evaluación. La obra son las mismas relaciones psico-sociales, micro-políticas e interdependientes que se tejen día a día recíprocamente, entre los artistas y la comunidad. Observo en ellos apertura, respeto, cariño, complicidad y apoyo mutuo. No hace falta apresurarnos, un proverbio saharaui dice ”ngta ngta isy-al ouad” (gota a gota discurre el río) invitando a una sabia paciencia. Después del trabajo, mientras comemos cus cus de camello en casa de Nasra, hacemos balance e Ibon confirma un reconocimiento profundo y memorable: Ya no somos “nosotros” y “ellos”, sólo somos nosotr+s. Brindamos por nosotr+s con Fanta de manzana.

 

El padre de Ahmed, Omar el Canario, uno de los primeros reporteros de guerra saharauis

Ibon y Karlos están comfortablemente acogidos en la casa de Muyeb, una amistosa mujer en la treintena, a quien nuestro poco hasanía no le impide hacerse entender. Hace dos años su marido construyó este bait (casa de adobe) y luego se marchó a Canarias a trabajar. Desde allí manda dinero todos los meses, pero Muyeb cuenta que lo extraña, porque hablan poco, su dulzura está teñida de melancolía. La casa es amplia y bien amueblada y todo está pintado en armoniosos colores rematados con purpurina. Observo que este candoroso acabado es una fina capa decorativa sobre ladrillos de adobe, que son bloques de arena hidratada, prensada y secada al sol. No lleva ningún aglutinante. Un sistema constructivo inventado con los únicos recursos que hay. Pocas casas de Bojador pueden permitirse cemento y ninguna tiene cimentación. Los techos son planchas de zinc colmatadas por pesadas rocas recogidas del desierto, para evitar que las cubiertas salgan volando peligrosamente en los temidos guelgat (vendavales). Estas construcciones se convierten en verdaderos hornos durante el insoportable verano saharaui. El bait tiene las otras casas de la familia cerca, rodeando una jaima colectiva. Y un enorme contenedor de la ayuda humanitaria que funciona como trastero polivalente.

Hablo con Karlos de un concepto que a ambos nos interesa mucho: las vitalidades, y la conversación deriva hacia la forma de habitar el espacio y la arquitectura del campamento. Me habla de la relación entre arquitectura e ideología, entre esfera pública y espacio privado, y entre historia y memoria. Vemos que la vida de las familias en el refugio se extiende en un espacio abierto de forma auto-organizada, los familiares siempre levantan sus jaimas cerca para cuidar de los suyos, no hay puertas cerradas y l+s niñ+s corren alegremente de una a otra. En esta sociedad matrilineal, el cónyuge masculino pasa a construir el bait junto a la jaima de la esposa. El iliwish (alfombra de cordero) donde se acomodan los abuelos, es el lugar más acogedor de la jaima. Aún en el indefinido asentamiento del exilio pervive la continuidad natural entre la genealogía y el espacio de vida que caracterizaba al ancestral frig (campamento) beduíno. Sin embargo, en el refugio, esta continuidad es percibida por algunos como contradictoria, entre la necesidad diaria de construir infraestructuras sostenibles para una vida digna y la de volver un día a su tierra de la que fueron violentamente expulsados hace ya cuarenta años.

Otro de los campos que Karlos ha explorado es el de la labor femenina, como su estudio sobre las artistas de la Bauhaus o su colaboración con tejedoras beréberes. Conversando ahora con Nasra, ella nos explica que desde la antigüedad, las mujeres saharauis han gozado de gran reconocimiento en las tribus. Esto se basa en la conciencia social de que su trabajo es muy duro y necesario para la vida de la comunidad. La educación de las niñas significó un gran énfasis en las tareas que implican la especialización: diferentes tipos de tejido de la tela, la construcción de largas tiras de pelo de camello y cabra para la fabricación de jaimas y la preparación de alimentos. Las mujeres también eran responsables de transportar el agua y la recolección de leña; también se hicieron cargo de las cabras y la leche de las camellas. Desde entonces la solidaridad femenina se considera esencial para la transmisión de la cultura saharaui y la capacidad de mantener lazos familiares cohesivos. Esta solidaridad entre todas las mujeres, conocida como tuiza, incluye a las madres e hijas, primas y hermanas y a todas las mujeres. El espíritu de la tuiza hace más fácil para las mujeres saharauis hacer frente colectivamente al trabajo duro o completamente nuevo sin perder sus tradiciones y transmitir información vital, discutir las condiciones sociales, tomar decisiones colectivas sobre la educación y la participación política, y en última instancia, influir en las decisiones de la tribu y, actualmente, en la política de los órganos de gobierno de la República Árabe Saharaui Democrática. En la actualidad, la RASD es uno de los pocos, si no el único país árabe, donde el derecho a la educación, la salud, el bienestar y la representación popular se centra en el logro de la igualdad entre mujeres y hombres.

El trabajo avanza cada día y los artistas aportan su experiencia. Ahmed relata uno de los ejercicios que realizaron en la Escuela de Cine de Cuba. Consiste en ubicar la cámara en una plaza pública y empezar a grabar. Gente paseando, descansando, niños jugando, pájaros, árboles, vehículos, edificios… Al principio todo parece una escena normal. Después la cámara se va acercando a los detalles que componen el cuadro. Una anciana se levanta con esfuerzo de un banco, un vendedor de jugos se ríe con un cliente, una pareja discute, todo se vuelve vivo y lleno de historias que se van revelando a medida que acercamos la lente. La cámara vuelve al plano general y las historias se entrelazan: el cliente del carrito de jugos toma a la anciana del brazo y se detienen a hablar con la pareja de novios, más niños entran jugando en la escena... Ahmed comenta que “algunas veces hace falta una mirada nueva de alguien que viene de fuera y puede observar cosas que tenemos delante y que por lo cotidiano hemos dejado de ver”. En un recorrido inverso, la mirada del avezado saharaui es capaz de vislumbrar en el desierto detalles, plantas, animales y comida que resultan invisibles a nuestros ojos de europeos recién llegados. Más aún aventuraría que existe una sutil diferencia en la experiencia cognitiva-emocional del espacio: mientras el urbanita occidental es hábil en distinguir el detalle, la saliencia de lo cercano, el beduíno observa el conjunto, y aprecia la distancia en el paisaje.

Sería interesante voltear la cámara hacia nosotros mismos y grabar por un tiempo indefinido. Quizás abriéramos los ojos a la realidad de ser parte de un paisaje mayor. Cuando los binomios charlan y comparten el diálogo intercultural, no se trata sólo de un diálogo entre dos artistas individuales desarraigados de su substrato y de su historia, sino de una ósmosis entre dos visiones de la realidad. Más aún, entre dos mundos representados, por así decirlo, por dos personas humanas que llevan consigo todo el peso y la historia de sus respectivas culturas. El diálogo intercultural no intenta dar una respuesta “multicultural” a problemas que se presuponen “universales”, pero se interroga sobre la propia universalidad de los propios problemas. Como explica Raimon Panikkar: “Interculturalidad no significa relativismo cultural (una cultura vale tanto como otra), ni fragmentación de la naturaleza humana. Toda cultura es cultura humana, aunque pueda degenerar. Dicho de manera más filosófica, existen invariantes humanos, pero no existen universales culturales. Su relación es trascendental: el invariante humano se percibe solamente dentro de un determinado universal cultural. Todos los hombres comen y duermen, pero el sentido del comer y del dormir no es el mismo en las distintas culturas”(8).  Un profundo universal cultural se desvela en el hermoso versículo del Corán que me ha recitado Abdalah esta mañana: “Os hice pueblos y naciones para que aprendiérais a convivir unos con otros”.

 

Espigando en el desierto

Con el fresco del atardecer, salimos a caminar por el desierto. A la “hora mágica” las sombras se alargan sobre la tierra y todo relumbra incandescente. El cielo del campamento es enorme, los horizontes son tuyos, y el sonido se expande sin barreras. Risas de niños en la distancia, balidos lejanos de cabras, la llamada del muecin a la oración... todo apareciendo y desapareciendo sobre un fondo de silencio. Ibon recoge una piedra de sílex que recuerda un hacha rupestre. Creo que mi amigo ha apuntado a algo muy profundo con su cuestionamiento de la separación entre “nosotros” y “ellos”. Empiezo a entender cómo esta fractura sostiene toda una cosmovisión del mundo que ha embrujado a nuestra cultura. Observemos los retos que está enfrentando la humanidad. ¿Cuál es la causa del expolio de los recursos, el colonialismo, la discriminación, la desigualdad, el racismo, el terrorismo, la crisis económica, el consumismo sin sentido y el incremento de gastos militares en guerras sin fin? Estos problemas existen, en mi opinión, porque la civilización tecno-científica hegemónica está propagando una visión del mundo culturalmente condicionada que presenta la vida como una guerra interminable entre fuerzas antagónicas, una lucha entre el bien y el mal, el hombre y la naturaleza, el amigo y el enemigo, "nosotros" contra "ellos". Este biopoder dualista e imperialista solo ha creado desigualdad, infelicidad e inestabilidad porque está planificado para perpeturar el control sobre la vida de las multitudes. Desde Adán y Eva, seguimos alimentándonos mutuamente la mentira del bien contra el mal, y la familia humana parece estar viviendo bajo ese hechizo, con el cerebro lavado, adoctrinado e hipnotizado para vivir en el miedo, para cerrar nuestro corazón a una mayor generosidad, alegría, sabiduría, creatividad, cooperación, paz y compasión. Ibon deja la piedra de sílex colocada verticalmente en la tierra, como un micro-monumento anónimo. Todo es inteligible desde la perspectiva unificadora de la veracidad. Y nuestra verdadera historia es que somos hermanos y hermanas, niños y niñas mágicos del árbol de la vida.

 

Flor de berenjena en el huerto de Mohamed Ali

Cerca de la jaima de Muyeb, pasamos cada mañana junto al huerto de Mohamed Ali, un venerable sheibany (anciano) que cultiva sus matitas con dedicación. Cercados con bajos muretes de adobe crecen felices tomates, berenjenas, calabacines y zanahorias. Este remanso de austera biodiversidad está amorosamente atendido con inteligencia ecológica y tesón. Aquí no hay pesticidas ni semillas transgénicas y las mariposas vuelan por todas partes. Un simpático y raído espantapájaros nos recibe con los brazos abiertos. Mohamed Ali dedica parte de la indispensable agua de la ayuda humanitaria asignada a su familia a regar su pequeña yannah (jardín, paraíso) en la tierra salada de la hamada. Aquí también prosperan tres arbolitos de moringa, la “planta milagrosa” que el gobierno y las ONGs está distribuyendo entre la población por su alto contenido nutritivo de vitaminas y aminoácidos y por su rápido crecimiento y resistencia. Hoy el cielo está inusualmente nublado y los verdes de las plantas destacan matizadamente en la paleta ocre-arenosa del desierto. De pronto, una gota me cae en el rostro. Luego otra, otra y otra… empieza un pequeño milagro. Las hojas verdes repiquetean con agua de vida. Oigo los gritos alegres de niñ+s corriendo y saltando y veo a la gente salir de sus casas a empapar sus cuerpos de felicidad.

En las múltiples conversaciones con saharauis afloran continuamente las contradicciones que vive nuestro pueblo en el desierto. Ibon me ha pasado el Homo sacer(9) de Giorgio Agamben, donde el filósofo italiano profundiza en la condición de los refugiados. El texto me hace ver que estas contradicciones no son sólo las que vive el pueblo saharaui refugiado, sino las de todo el modelo biopolítico occidental. Agamben explica que, “en la antigua Grecia, existían dos términos para definir la vida. Zoe era la mera vida desnuda y pertenecía al dominio de la naturaleza, como la vida de todos los otros animales. La zoe, por ser vida natural estaba fuera de la política clásica. La política, en Grecia, debería construir una verdadera vida humana, bios, diferenciada cualitativamente de la mera vida natural, zoe. En las sociedades pre-modernas del Medioevo la vida natural era sagrada y de dominio divino. Esta percepción cambió en las sociedades modernas donde la vida desnuda, la pura vida natural, se tornó el fundamento del propio Estado. Por ello se denominó “Estado-nación”, porque el soporte del Estado está en el hecho biológico de nacer. A través de la vinculación artificial del nacimiento con la ciudadanía, la vida humana es capturada como soporte del Estado. De esta forma los nacidos son recubiertos jurídicamente como ciudadanos y transformados en soporte de la soberanía nacional. El refugiado encarna el límite en que el derecho, al proclamarse como derecho de los ciudadanos, defiende al ciudadano abandonando al ser humano, que sin derecho ni ciudadanía no es nada más que una vida desnuda. Para Agamben, el concepto del refugiado debe ser considerado como una categoría política radicalmente fronteriza, un límite externo que pone en cuestión los propios principios del Estado-nación. Desde su condición de límite, el refugiado interpela y ayuda a pensar y renovar unas categorías modernas que ya no sirven para defender la vida humana como tal”(10).

 

Artesanía con mensaje

Retomando la tesis de Hanna Arendt en su ensayo Nosotros refugiados, Agamben sugiere que los refugiados representan, de hecho, “la vanguardia de su pueblo”. “Pero eso no quiere decir que podrían ser el núcleo de otro futuro Estado-nación. Para Agamben, solamente en una tierra donde los espacios de los Estados hayan sido agujereados y topológicamente deformados, y el ciudadano haya aprendido a reconocer en sí mismo la realidad del refugiado que existe en él, solamente en y a partir de esas dos condiciones es posible pensar la sobrevivencia política del mundo futuro. En lugar del Estado-nación, tenemos que imaginar la posibilidad de construir comunidades en las que el principio político fundador sea la extraterritorialidad recíproca, lo que obligaría a repensar nuevas relaciones internacionales. El concepto político orientador de reconocimiento no sería más el ius del ciudadano, en su lugar se reconocería el refugio del individuo. Eso significaría que en lugar de Estados nacionales divididos por fronteras territoriales, habría que crear comunidades políticas diversas y en movilidad permanente. El concepto de persona podría volver a tener un sentido político importante, que ahora ha perdido porque ha sido usurpado por el concepto de nacionalidad. Desde la perspectiva que nos desafía a pensar nuevas formas políticas, más allá del Estado-nación, los refugiados representan una vanguardia. Ellos son el indicio que indica una orientación posible para donde dirigir los esfuerzos y luchas políticas futuras”(11).

 

El grito de Ahmed

Desde ayer lleva lloviendo sin parar en todas las wilayas. Lo que empezó como un regalo de vida se está convirtiendo en inquietud. Los saharauis saben por experiencia que sus frágiles casas de adobe no están preparadas para resistir una lluvia prolongada. Se nota un recogimiento en la población y con nuestras familias nos hemos trasladado de las casas de adobe a las jaimas, mucho más seguras en caso de desplome. Cuando nos encontramos con alguien, la profusa salutación se ve estos días completada con una coletilla recurrente: schkif maa s-hab? (¿qué tal con la lluvia?); La bas hamdulillah (bien, literalmente: “no mal” gracias a Dios). Mirando al cielo dicen ¡Suerte! (maktuba). Y la vida continúa no sin cierta desazón. En la Escuela de Arte no se detiene nuestra conversación.

 

El arte del exilio, la galería clausurada de Salek y Saleh Brahim en la wilaya de Smara

Otra de las nociones que ha salido repetidamente en los diálogos es la de “nomadismo”, un término usado abundantemente en las últimas dos décadas en los debates del arte contemporáneo y que aquí tiene connotaciones profundas. La globalización, el viaje, el desplazamiento y los vuelos baratos han tenido un gran efecto en la vida, perspectivas e identidades de los trabajadores del arte, curadores y artistas convertidos en los nuevos “nómadas”. Ahmed cuenta que “aquí el saharaui lo tiene aún más fácil, porque es nómada aunque no se mueva de su sitio. El viento se encarga de mover las dunas del paisaje a su alrededor”.

En el ensayo de Pascal Gielen Noma(i)deología, la estetización de la existencia nómada, el autor critica incisivamente la romantización contemporánea de la vida nómada sosteniendo que, “el aura positiva que en la actualidad rodea a los viajes, la movilidad, la agilidad, el desapego e incluso la falta de vivienda hace que sea muy probable que el término se haya convertido en una suerte de ideología”(12). Así el autor genera el neologismo “noma(i)deología” en una clara cita al “Tratado de la nomadología”, un capítulo del clásico Mil mesetas, de Felix Guattari y Gilles Deleuze. Gielen cuestiona el papel del artista con una posición altamente individualista y relaciona directamente esta posición a problemas que incluyen la autoría, la propiedad privada, el mercado del arte y el capitalismo global. Hacia el final del ensayo el autor propone una tesis brillante y original, que le lleva a “concluir que el nomadismo como estrategia artística solo tiene sentido político si es comunista(13), y aquí se refiere específicamente al ideal comunista sin Estado. “Sólo cuando los viajes de los artistas revelan las desigualdades, y cuando sus actos artísticos singulares les hacen formar parte de las subjetividades colectivas de emancipación, sólo entonces el nomadismo se vuelve político. Sin embargo, estos artistas no pueden esconderse detrás de una posición artística neutral, sino que deberán elegir un bando. Así que ya no pueden rehuir el “hacer visibles los problemas” sin un firme compromiso, sin mostrar sus colores, sin juzgar. (…) Los artistas ciertamente no pueden poner ningún peso histórico en la balanza si no entierran su ego político del individualismo”(14).

Podría decirse que, gracias a estas residencias, nosotros mismos somos, en algún sentido, nómadas o desplazados contemporáneos en un viaje intercultural, en el que estamos atravesando las fronteras de Estados-nación y de los campamentos de refugiados con visado y una beca artística en el bolsillo. Los saharauis, hay que señalar, han obtenido su visado español para viajar al País Vasco en la primavera de 2016 gracias a que la institución organizadora se ha comprometido bajo documento a hacerse cargo de todos sus gastos de viaje y estancia, incluyendo los de su obligatorio viaje de regreso a Tinduf. Como ilustro en este informe, el viaje se está poblando de instructivos diálogos, profundos intercambios y enriquecedoras experiencias vitales que están estimulando nuestra creatividad. Pero no podemos olvidar que, lamentablemente, l+s artistas saharauis son también desplazad+s en un sentido diametralmente divergente, debido a su condición socio-política, que es la de haber nacido en el exilio de un hostil desierto después de que sus padres huyeran a la hamada argelina, sobreviviendo a los bombardeos del invasor marroquí. En ese sentido, como artistas son nómadas voluntari+s y como saharauis son desplazad+s forzos+s.

Aquí quiero subrayar que comparto la radical tesis de Agamben y la incisiva percepción de Gielen, y que además mi inspiración anarquista me hace abominar de los Estados-nación. No se si esto está en contradicción, o más bien en relación no-dual con mi modesto pero firme esfuerzo de apoyo a un pueblo de gente noble, al que he conocido tanto en los campamentos como en las zonas ocupadas y la diáspora, y al que veo unánimemente identificado con un legítimo proyecto nacional, representado por su movimiento de liberación el Frente POLISARIO y por su estado en el exilio la RASD. Aquí la “comunidad indentitaria”, en palabras de Franco Berardi, Bifo, se superpone fielmente a la “comunidad deseante” y las tribus ancestrales se han agregado en la umma(15) mayor de la nación. El país que anhelan los saharauis no es un proyecto étnico, religioso, ni de filiación, es sobre todo un proyecto de la imaginación colectiva y del intelecto general, y ahí radica su fuerza y su belleza. Como todas las grandes organizaciones humanas, el gobierno saharaui es complejo e imperfecto, y es necesario que su pueblo lo cuestione constructivamente cada día.

 

El auto de genocidio contra autoridades marroquíes del Juez Ruz. Madrid, 9 de abril 2015

Sede de AFAPREDESA (Asociación de Familiares de Presos y Desaparecidos Saharauis) Rabuni 

Pero es tremendamente urgente que la comunidad internacional abra los ojos a la realidad de la última colonia de África. Que conozca las dimensiones del sufrimiento saharaui en las zonas ocupadas, que conozca la perversión de los crímenes del Reino de Marruecos y de su macabro majzen, que sepa de la discriminación de ciudadanos considerados de cuarta fila, del terror, el genocidio, los asesinatos, las cárceles secretas, fosas comunes, detenciones ilegales, juicios militares a civiles, las violaciones, vejaciones, torturas, secuestros y desapariciones forzadas de hombres, mujeres, ancian+s y niñ+s. De los presos políticos, del pillaje de los recursos naturales, del sembrado de minas, envenenamiento de pozos, de la destrucción y apropiación de su identidad y su cultura, del chantaje diplomático, del borrado del castellano, la extinción de la talha, de la demolición planificada de su historia, y de la continua represión, supresión y opresión que sufren cada día los saharauis en su tierra. Que miren a los exiliados en los campamentos de Tinduf y se den cuenta que detrás de cada número de las escalofriantes estadísticas recopiladas por el Comisionado para los Refugiados ACNUR hay una persona que nos mira cara a cara interrogándonos, sin resentimiento ni resignación. Todas y todos estamos ante el reto de imaginar el futuro: los conflictos coloniales que vivimos no podrán ser resueltos desde el mismo paradigma que los creó. Como decía Albert Einstein “vamos a necesitar una manera substancialmente nueva de pensar para que la humanidad sobreviva”. Y ese pensamiento trascendente vendrá inevitablemente acompañado con la responsabilidad de algo superior. Superior a mi familia, mi país, mi tribu, mi equipo, mi éxito. Una responsabilidad colectiva por toda la humanidad. Para que podamos resolver los conflictos a través de la cercanía y la compasión, y no recurriendo al uso de la fuerza y la violencia.

Hoy 18 de octubre vamos por el tercer día de chaparrones intermitentes. La electricidad y el internet han caído. La situación se está volviendo crítica porque las jaimas están empapadas y los frágiles hogares de adobe están empezando a resentirse. Mi papá saharaui, Selmu Bneyara, recuerda cómo en el año noventayuno una gran riada inundó el lecho del ouad donde está levantada la calle principal de Bojador. La corriente se llevó su jaima con todas las pertenencias de la familia. Cuando la lluvia es continua, el adobe se empapa y pierde consistencia. Como el aguacero siga arreciando, el material va a empezar a deshacerse y las paredes no van a soportar más el gran peso de las piedras en lo alto de los techos de chapa. La radio dice que hoy se esperan lluvias fuertes, y que el ejecutivo saharaui se ha reunido de urgencia y ha montado un Comité de Seguimiento y una Célula de Crisis con los gobernadores de las cinco wilayas. Liasaa nos comunica que las autoridades han ordenado nuestro traslado a la Escuela de Arte, la edificación más sólida de Bojador, hasta que pase la emergencia.

 

La Guelga: el temido vendaval

Recogemos mantas y colchones de nuestras jaimas y montamos nuestro particular campamento en el aula de dibujo. En un rato que ha amainado la lluvia nos sentamos afuera de la Escuela a tomar reposo al aire fresco. En un instante fugaz percibimos algo inusual, parece el rumor lejano de una ola que crece mezclándose ahora con gritos a lo lejos. Una fragorosa cortina de agua y arena nos ha envuelto y nos lanzamos dentro de la Escuela con un portazo. Choqueados y empapados pegamos la nariz a los ventanales donde no se ve nada a través de una opaca nube

amarilla y estrepitosa agua golpeando con fuerza los cristales y tejados de zinc. Tal como vino, pasa el vendaval. Ya en calma, suspiramos, nos reimos, y un poco conmocionados empezamos a hacer un café de puchero. En un momento que encuentro cobertura llamo a mamá a Sevilla y le cuento que aquí está lloviendo bastante. “¡Qué alegría Fico! ¡Me imagino que estaréis muy contentos!” Comprendo que los medios generalistas españoles no se han hecho eco del desastre. “Estamos muy felices mamá”… y cambiamos de tema de conversación.

 

Sumud: resistencia, perseverancia

El foco central del proyecto Entre arenas gira en torno al significado de las resistencias, tanto en el Sáhara, como en todas nuestras sociedades. Concibo esta propuesta como una invitación a  imaginar nuevos vocabularios y líneas de fuga a los dogmas dualistas de los conflictos que vivimos cada día. Preguntamos a l+s compañer+s por analogías paralelas o equivalentes a “resistencia” en el idioma árabe. Sobresale primordialmente la noción de yihad. Este término ha sido continuamente desgastado y pervertido por una visión del islam limitada y agresiva, que lo asocia exclusivamente a la violencia. Sin embargo yihad es uno de los términos centrales del islam y constituye el día a día de tod+s l+s musulman+s. Significa, en primer lugar, esfuerzo. Abdel-latif Bilal ibn Samar explica que es insistencia y empeño, por encima de todo hacia adentro, en uno mismo. Reivindicar el yihad “implica el esfuerzo para terminar con todo aquello que obstaculiza la paz (salam) y no una agresión. Una paz interior (que se denomina el gran yihad, el trabajo espiritual) y una paz social y con el entorno natural, esto es, donde el yihad se vuelve lucha por la equidad y en contra de la corrupción de todo tipo”.(16)

Ibn Samar continúa explicando que: “En la jurisprudencia islámica medieval, los juristas inventaron dos términos que no encontramos en el Corán ni en la sunna(17): dar as-salam y dar al-harb. Quisieron dividir el mundo en dos compartimentos estancos, uno estable (dar as-salam, literalmente “el hogar de la paz”, es decir, el territorio del islam) opuesto y amenazado por un territorio-otro (dar al-harb, “el hogar de la guerra”). Lógicamente, también reconocieron territorios intermedios y de transición donde existían tratados, acuerdos y reconciliación. Siglos después, sin embargo, continúan habiendo imaginarios afines a estos dos polos opuestos, una división ficticia pero ensangrentada, llamada ahora islam y Occidente”(18). El tercer territorio que los juristas denominaron dar al-‘ahd, “el hogar de la reconciliación” está presidido por el armisticio, la tregua, el compromiso y la paz.

 

19 de octubre. Las lluvias continúan torrenciales. Hemos pasado la noche en vela, charlando con linternas bajo el sonido del aguacero y los desoladores retumbos de casas desplomándose en la noche. En los campamentos no se había visto nunca nada así. Ya hemos dejado el trabajo artístico y estamos acompañando con consternación a las familias. Como extranjeros, no sabemos bien como ayudar. Bojador está hecha una pena. Nos cuentan que Smara está muy afectada, y que Dajla, la wilaya más alejada de Tinduf, ha quedado borrada del mapa. La inmensidad de las fuerzas que dan forma al mundo nos hace sentir pequeños y humildes; sin embargo, el pueblo saharaui no se rinde, y está mostrando un emocionante ejemplo de entereza y solidaridad. Estamos viendo a todos los vecinos ayudándose unos a otros, compartiendo jaimas y comida, cuidando a niños y mayores, excavando zanjas para desviar las avenidas, apuntalando los techos con lo que sea, desescombrando, empacando el mobiliario en plásticos y trasladando a la población más vulnerable a jaimas colectivas de emergencia que se han levantado en todos los barrios. Unos jóvenes se han ido a Tinduf y han llenado el Toyota de pan y leche en polvo que están repartiendo por las jaimas. En medio de la catástrofe, todos somos uno. Quien no puede aportar su esfuerzo físico, comparte bromas y cariño escanciando vasos de té.

 

Yamila y su bebé de seis meses frente a su casa derruida

La mañana del jueves 23 de octubre amanece en calma. Hemos pasado ya seis días refugiados en la Escuela de Arte. El cielo sigue nublado y el sheibany Mohamed Ali nos dice que esto todavía no ha terminado. Su huerto resplandece más verde que nunca, ahora despojado de muretes de adobe. Un lúgubre silencio gravita sobre el refugio. Extrañamos los gritos y risas infantiles y hasta los balidos de las cabras. Llega Ahmed y nos cuenta con su imperturbable tranquilidad que la riada se ha llevado su casa, pero todos están bien hamduli-láh. Vamos a visitar a Nasra que hace vida con su abuela, refugiadas en un contenedor. Su casa también está siniestrada. “Estamos bien y eso es lo único que importa al-hamduli-láh”. Mientras paseamos juntos por la wilaya somos testigos de las dimensiones del cataclismo que ha golpeado a una población en estado de emergencia permanente. Contemplando todo esto con respetuosa gravedad, conversamos con la gente, y documentamos la situación. Estamos conmovidos por la desnuda realidad del dolor de nuestro pueblo. El desolador paisaje asemeja las ruinas de una ciudad bombardeada.

Empezamos a vislumbrar el profundo sentido del omnipresente concepto islámico de la maktuba saharaui (la suerte, el destino, literalmente: lo escrito). No estamos en control de nuestra suerte. Esto no significa fatalismo ni resignación. Nuestra libertad reside en hacer siempre lo que toca en cada momento, sin preocuparnos del resultado. Nuestro destino individual está indisolublemente vinculado al destino colectivo. El saharaui se confía en una fuerza anterior a nosotros que nos ha dado la existencia. Todas las personas somos parte de algo más grande y estamos unidas por una red inescapable de mutualidad, somos pequeñas hebras del vasto tejido de la vida. Cualquier cosa que afecte a uno directamente, afecta a todos indirectamente. Ahí residen nuestra felicidad y nuestra responsabilidad.

 

Balance colectivo de la situación

Almorzando un bocadillo de atún con Fanta de manzana en la Escuela de Arte, l+s cuatro artistas, Charo, Liasaa y yo, hacemos balance conjunto del trabajo realizado y nos replanteamos la pertinencia de nuestra presencia en Bojador en este preciso momento. Como todo el mundo, estamos extenuados y la emergencia no tiene límites. La radio dice que las lluvias van a continuar como mínimo hasta el lunes, y los ancianos dicen que aún más. Discutimos si podemos realmente ayudar en algo, o si más bien nos hemos convertido en una carga para nuestros desbordados anfitriones. Nuestr+s compañer+s saharauis se han de enfocar ahora en labores de contención de daños y supervivencia. Valoramos todas las opciones y l+s artistas deciden unánimamente descontinuar las residencias hasta un momento apropiado. A partir de este momento, solicitamos a las autoridades locales y a la organización en España la repatriación inmediata de nuestros compañeros vascos en el próximo vuelo en que haya plazas desde Tinduf.

Concluye este capítulo, y comparto la decisión de un+s artist+s que no sólo han puesto todo su compromiso y esfuerzo colaborativo, sino que han diseñado una metodología conjunta para seguir colaborando a distancia. Han abierto cuentas de Gmail y grupos de whatsapp para estar comunicados hasta que l+s saharauis viajen en mayo a Donosti. También ha quedado concertada la vuelta de Ibon a los campamentos en febrero próximo. Yo espero acompañarlo. Hemos compartido mucho más que una enriquecedora e inolvidable experiencia artística, y estamos muy felices porque volveremos a vernos muy pronto incha Al-lâh. Nos llevamos el desierto en el corazón… y eso es Todo. Liasaa escancia otro vaso de té dulce y salimos a saborearlo a la puerta de la Escuela. En el inmenso cielo nublado del desierto ha aparecido un sutil arcoiris.

Federico Guzmán

Sevilla 17 de nov. de 2015

 

Al-hamdulil-láh

NOTAS:

(1). Ibon Salvador. Carta de motivación para la candidatura a las residencias Entre arenas, 2015.

(2) Karlos Martínez. Dosier para la candidatura a las residencias Entre arenas, 2015.

(3) Bismil-láh!: “En nombre de Dios”. Es propicio pronunciarlo al comenzar cualquier cosa.

(4) Nasra Sidi Azman. Carta de motivación para la candidatura a las residencias Entre arenas, 2015.

(5) Intifada: “levantarse, sacudirse, sublevarse”. Es el nombre de la protesta pacífica desde 2005 en las zonas ocupadas del Sáhara Occidental.

(6). Tao Te King, de Lao Tzu.

(7) Ahmed Omar. Carta de motivación para la candidatura a las residencias Entre arenas, 2015.

(8) Raimon Panikkar. Paz e interculturalidad. Una reflexión filosófica. Herder, 2006.

(9) Giorgio Agamben. Homo sacer. Pre-textos.

(10) Castor M.M. Bartolomé Ruiz, Los refugiados, umbral ético de un nuevo derecho y una nueva política, La Revue des droits de l’homme [En ligne], 2014, URL : http://revdh.revues.org/988

(11) Ídem.

(12) Noma(i)deología, la estetización de la existencia nómada de Pascal Gielen, incluido en El arte no es política / La política no es arte. Brumaria (Ed.)

(13) Ídem.

(14) Ídem.

(15) Umma: “la matria” o comunidad de afinidad.

(16) Dídac P. Lagarriga (Abdel-latif Bilal ibn Samar). Eco-yihad. Apertura de conciencia a través de la ecología y el consumo halal. Edicions Bellaterra. 2014.

(17) Sunna: la tradición profética (dichos y hechos) documentados por familiares y compañeros.

(18) Dídac P. Lagarriga (Abdel-latif Bilal ibn Samar). Eco-yihad. Apertura de conciencia a través de la ecología y el consumo halal. Edicions Bellaterra. 2014.